7 feb 2006

Cuento. (Parte 2)

Aqui esta la segunda parte, espero les guste el final:

Fin

...
Después de cenar y tomar su leche caliente se dispuso a dormir, no eran ni las 8:30 cuando ya estaba en su cama. Recapituló lo difícil del día, tenia un trabajo desgastante. Entre pensamientos y una que otra maldición se quedó dormido.

Se levanto sobresaltado, quién había gritado tan aterradoramente. Estuvo confundido durante unos segundos, no sabia si había sido real o un sueño. Miro el reloj, apenas eran las 3:18. Se quedo mirando la oscuridad durante un rato, pensando en lo que escuchó, no sabia exactamente que sucedió pero trató de no darle importancia, volvió a dormir.

Sonó la alarma de su reloj, eran las 6 de la mañana, hora de bañarse e irse a trabajar.

- Como todos los malditos días, dijo mientras presionaba el botón para hacer callar el reloj. La primera maldición del día. Movió la palanca del interruptor, sin embargo no se encendió la luz. Abrió las cortinas para que entrara la luz del amanecer pero solo entró más oscuridad. Se quedó profundamente confundido, su reloj marcaba 6:03 a.m., ya era hora de que se asomaran los primeros rayos de sol. Sólo faltaba eso, niebla espesa, pensó. Perdió diecinueve minutos buscando una vela, al menos eso le decía su reloj. Fue al cuarto que él llamaba cocina, tomo los cerillos y encendió la vela.

Recorrió la cortina de la cocina y volvió a ver esa oscuridad sepulcral, después de veinte minutos esperaba aunque sea un indicio de que ya había amanecido. Dudo, y miro el reloj de pared, marcaba exactamente la misma que el reloj de su muñeca, 6:26. Temeroso camino hacia la puerta que daba a la calle, pensaba en lo que había visto la tarde anterior. Recordaba un pueblo triste, algo que nunca había visto. Tomo la cerradura y jaló. Entro un aire gélido que apago su única luz. Dio dos pasos y vio lo lúgubre que lucia todo a su alrededor. Todas las casas con las luces apagadas, ni siquiera la luz del campanario que se alcanzaba a ver desde su casa, estaba encendida.

No existía rastro del sol, y extrañamente tampoco de la luna y las estrellas. Quiso caminar para ver que encontraba, pero la oscuridad era mucha, por mas que recordara el camino sería difícil llegar a algún lado en esa carencia de luz. Por fin, el cielo se ilumino; era un relámpago seguido de muchos otros. Decidió caminar hacia el centro de su pueblo, dio cuatro pasos cuando se azoto la puerta de su casa detrás. No le inquieto el hecho de no llevará llaves, ahora había “algo” que llamaba mas su atención que cualquier cosa.

De pronto los relámpagos dieron paso a la lluvia, seguía oscuro, Sólo se iluminaba momentáneamente el cielo. Joel llamó a la puerta de varias casas, pero jamás le respondieron. Ni los perros que anoche ladraban y aullaban estaban presentes. El temor que sentía cada vez era más grande.

-¿Qué es lo que esta pasando? Dijo mientras oía gritos que arrastraba el viento en su cara. Corrió hasta donde él creía era el origen de los gritos. Solo encontró más soledad y oscuridad.

De pronto oyó una voz que le llamaba, y lo hacia por su nombre.

- Acércate Joel, seas bienvenido. Pasa.

- ¿Bienvenido a donde? ¿Quién eres?

No recibió respuesta alguna solo encontró guía en una mano que tocaba su espalda y le empuja al interior de lo que parecía ser una casa abandonada. La reconoció, era la casa que estaba a solo 2 calles de la suya.

Entro, el ruido dentro de la casa era aterrador. Lamentos, llantos, gritos. Todo era oscuridad y desesperación. Gente histérica que no comprendía nada. Algunos locos diciendo cosas sin sentido. Un mundo en tinieblas.


Tenía los ojos cansados de esforzarse y no ver nada. Estaba mojado, con la mente nublada. Cayó sobre sus rodillas. Unas lágrimas salieron de sus inútiles ojos. Había comprendido.
Ruidos irreconocibles. Oscuridad total. Un mundo frío y húmedo. Un anfitrión que se aleja a paso veloz y lo deja solo en ese mar de incertidumbre. Maldijo. Que diferencia puede haber con estar vivo, pensó...

Luis Eduardo Escutia Hdez (09/10/05)

5 feb 2006

Cuento. (Parte 1)

Aquí les dejo la primera parte de un cuento que escribi hace no mucho, espero les agrade y pronto publicaré la segunda parte.

Fin.

El día transcurría con la rutinaria normalidad, sólo restaba terminar algunos detalles que le aligerarían la carga de trabajo el día siguiente. A pesar de ello Joel no dejaba de maldecir su trabajo. Diariamente entre acomodar archivos, sacar copias, entregar paquetería y realizar múltiples favores a quienes trabajaban en la oficina, se le iba la vida.

- ¿Por qué no me toco otra vida? Dijo frunciendo el ceño mientras se ponía su chamarra. Se disponía ir a su casa. Camino hasta la salida despidiéndose de algunos qué por no trabajar tan arduamente como él todavía tenían bastantes pendientes.

- Espero nadie pida nada, no sabría como decirle que no. Pensó mientras apresuraba el paso para no dar cabida a comentarios más largos que la simple frase de despedida.

Ya por fin afuera del edificio de dos pisos, lugar donde trabajaba en el mismo puesto desde hace ya ocho años, vio como aun la luz que proveía el sol era bastante. Miró su reloj, lo había comprado por solo veinte pesos en un puesto ambulante, marcaba las 5:36 p.m. Estaba a punto de decidirse caminar hasta su casa, se ahorraría los cuatro pesos que le cobraría el microbús, pero su cansancio era muy grande. Aun así el transporte lo dejaría lo bastante lejos para tener que caminar veinte minutos hasta su casa.

Abordo, el chofer no tenia muy buena cara. Se preguntó la razón de tener que aguantar a una persona malhumorada, una mas en ese intento de cuidad. Decidió hacer caso omiso y se sentó. Le extraño que estuviera casi vacío el microbús, con él apenas sumaban 3 pasajeros. Miró todo el camino hacia la ventanilla, nunca encontró nada que llamará su atención. Cuando se acercaba a su destino volvió a mirar hacia adentro del microbús, era ya el único pasajero.

Bajó, y miro a lo lejos el único camino que conducía a su pueblo. Ya no era de tierra gracias a la magnifica obra del municipio, regar grava por el camino. Parecía que no tenía mucho que había llovido.

- Al menos no me enlodaré los zapatos. Pensó.

Parte de él no quería llegar a su casa, sabía perfectamente que no encontraría recibimiento. En ese instante le llegaba una pregunta a la mente. ¿Para qué apurarse en el trabajo?, solo regresaba a una casa sola y triste. Hacia tiempo que su única familia, su padre, había muerto. Al menos trabajando convivía con otras personas.

- ¡¡Bah!! Qué caso tiene convivir con esas personas. Nadie vale la pena.

Poco a poco se acercaba a su vivienda, bastante modesta, pero vivía solo, no le importaban los lujos. Tampoco tenía el dinero para dárselos. Ya había entrado a las calles empedradas de su pueblo. No era un pueblo de esos coloniales que salen en la televisión, era un pueblo abandonado por el tiempo. Con casas de adobe, las más nuevas ya eran de tabique. Portones de madera, balcones, y en el centro una pequeña iglesia frente al kiosco. A pesar de las carencias siempre se respiraba alegría, se veía niños jugar en las calles, ancianos sentados en los balcones, mujeres intercambiando los últimos chismes, hombres regresando de la ciudad después de un día de trabajo. Era raro que apenas a cuarenta minutos de la ciudad hubiera un pueblo tan carente de todo.

Sin embargo esta tarde no era normal, siendo las 6:15, se respiraba algo raro. Sólo alcanzo a ver un par de personas caminando a prisa. Los perros ladraban y aullaban más de lo normal. No puso atención y camino hasta su hogar. Se tomaría un vaso de leche y dormiría.

Abrió la alacena y se dio cuenta que no había su tan ansiada leche. Tendría que salir a comprar. Maldijo por enésima vez en el día. Camino hasta la tienda de Doña Toña. La encontró cerrada. Tocó encontrando como única respuesta el sonido del viento. Empezó a caminar cuando se abrió la puerta.

Mientras pagaba trataba de recordar sino le hacia falta algo mas, ya no quería salir. Además esta tarde en el pueblo se respiraba miedo. Tomo su bolsa con leche y una lata de atún, decían que era bueno comer pescado. Emprendió el camino a casa.

Continuará...